Sistema Penitenciario

Sistema Penitenciario en Panamá en Panamá

[aioseo_breadcrumbs] El Sistema Penitenciario tiene como parte de su misión lograr que la resocialización de los privados de libertad sea una realidad, pero difícil lograrlo con recursos que, en cada defensa del presupuesto anual, sufren la embestida de quienes cuando quieren tema sobre DDHH, se sacan las condiciones de las cárceles y la mora judicial de la manga.

<h2<Sistema Penitenciario y sociedad

Escribe Jorge Hernán Rubio:

Cuando hablamos de criminalidad estamos hablando en sí mismo de lo que es correcto e incorrecto, del bien y del mal. Y cuando, a su vez, consideramos tales cuestiones, estamos tocando el fundamento de toda la filosofía: la ética, la justicia y nuestra supervivencia óptima a lo largo de cada uno de los caminos de la existencia. Con esto en mente, es necesario observar y reflexionar sobre el tema de ética y justicia, como el único medio para garantizar el futuro del conjunto de esta cultura y nuestro país.

Cuando definimos la ética como aquello que se refiere al actuar de un individuo y que es un reflejo de su toma de decisiones, es entonces un asunto personal, que consiste de aquellas acciones que uno realiza hacia sí mismo para la supervivencia óptima de todo lo que nos rodea.

Las cosas que son buenas contemplan la supervivencia del individuo, su familia, los niños, la comunidad, el país, el medio ambiente. Las cosas que son malas afectarían de forma negativa cada uno de esos espacios o áreas del individuo.

Sin embargo, la ética no es un tema para la contemplación, —un asunto de cuestiones abstractas relativas, como diría el psicólogo—, sino el instrumento funcional para la vida real. ¿Cuál es el argumento que favorece la honestidad y la decencia? ¿Por qué el robo nunca al final es provechoso y menos aún lo es el asesinato? ¿Por qué es tan censurable el expolio del medio ambiente, por no mencionar la ruina del planeta?

Porque, cuando uno hace llegar la ecuación ética hasta el último dígito crítico, vemos que nuestra supervivencia óptima como individuos es absolutamente interdependiente de todo lo demás, y solo al considerar constantemente la supervivencia de la mayoría podemos asegurar nuestra propia supervivencia.

Vemos cotidianamente en las noticias conductas no éticas que tomaron políticos en el pasado, conduciéndolos a actos criminales que les afectó su vida personal, familiar y social. Afectando a un país, al robar recursos económicos que nuestro pueblo, principalmente el menos favorecido, requiere para el mejoramiento de sus condiciones de vida.

No podemos dejar de ver la gran labor que se realiza desde la Procuraduría General de la Nación, en la aplicación de la ley, pero se piensa poco en administrar justicia de manera que los individuos puedan mejorar. Este mejoramiento depende exclusivamente del trabajo que debe realizar el Sistema Penitenciario, inherente a sus funciones propias de rehabilitar a los privados y privadas de libertad.

Un sistema penitenciario que no aplica la rehabilitación basado en principios éticos, deja de ser funcional. Cuando dicho sistema es solo para brindar un espacio relativamente decente donde alojarlos y darles de comer, estamos hablando de un sistema barbárico, cuya misión se ve empañada por el castigo y la fomentación de mayor criminalidad.

Hoy nuestro país está viendo un acontecimiento histórico en la aplicación del Código Penal, de la Constitución, principalmente para la aplicación de la ley en funcionarios que se han propasado de sus funciones, ignorando las leyes e irresponsablemente ignorando qué podía realmente beneficiar a nuestro país.

Pero las necesidades que tenemos como panameños van más allá de solo la aplicación de la ley, requerimos como país, un sistema de rehabilitación de privados y privadas de libertad que conduzca a un mejoramiento social como nación, y no solo a la aplicación de la pena, a sabiendas de que esto no traerá ningún cambio ético en su conducta.

La historia indica, en otros países, que, con cárceles más grandes y mejor acondicionadas, hay una correlación directa entre aumento de población penal y sentencias penales en aumento por parte de los jueces.

El país necesita respuestas a temas puntuales como la disminución de la criminalidad, dejando de lado aquello que no ha dado los resultados esperados y aplicar criterios científicos en fortalecer dentro del mismos sistema penitenciario aquello que sí ha tenido un cambio positivo en la población penal, como se ha visto en las privadas de libertad, donde hace algunos años se ejecutaron programas de rehabilitación y encontramos prácticamente cero reincidencia por parte de las participantes en los procesos de rehabilitación.

Basta de seguir acumulando estadísticas, ya el país las conoce, en los últimos años todos los ciudadanos saben que la criminalidad ha ido en aumento. Hoy requerimos de menos papeleo y mayor desempeño en la aplicación de procesos que frenen la reincidencia y disminuyan el crimen.

A lo largo y ancho de esta nuestra querida tierra, donde quiera que uno mire, grandes montones de piedra silenciosa y lóbrega, yacen agazapados como trampas talladas por algún gigante. Pero ninguna trampa ha tenido tantos guardianes y seguramente ninguna trampa ha ocasionado nunca tanta oratoria como la que se clama cada año acerca de las prisiones.

Siendo uno de los vestigios más bárbaros de la sociedad, uno de los comentarios más tristes sobre la masa de la humanidad, la prisión ha estado con nosotros desde el momento en que el primer jefe tribal, en la noche de los tiempos, arrojó a un hombre primitivo indisciplinado a una oscura y húmeda cueva. Desde ese momento la rutina ha cambiado poco. Todo hombre lleva consigo la idea de una prisión, definiéndola como una celda pequeña, mal iluminada, donde puede prohibírsele a una persona el asociarse con el resto de la sociedad, es extraño que nadie haya intentado llegar al hecho fundamental.

Ese hecho ha estado siempre con nosotros, es una verdad cruda tal vez, para nuestra sociedad calvinista. Sería muy probable que ofendiera a muchas mentes que prefieren los convencionalismos en lugar de la verdad o el bien de todos. Puede establecerse muy simplemente, grandes psiquiatras y criminólogos han preferido no prestarle atención.

El hecho de sentenciar a un hombre a prisión es el deseo combinado de la sociedad de que ese hombre sea enviado de vuelta al seno materno del que provino. Es el arrepentimiento de todos de que ese hombre haya nacido jamás. Y mientras la sociedad siga expresando ese deseo, los tribunales y los funcionarios de la ley continuarán obedeciendo el mando de la multitud y desearán, con formas muy serias y con un aire muy pomposo, ese mismo hecho. En el barbarismo ilustrado de nuestros tiempos, existen algunas personas con la suficiente inteligencia como para darse cuenta de la estúpida falacia que esto supone. La analogía entre una pequeña y oscura celda y el seno materno parece haber eludido a atención que merece.

Se considera una celda simplemente como un lugar donde el criminal permanecerá incomunicado hasta que renazca. Raramente se les ocurre que este hecho está fomentando la práctica de poner a este criminal dentro de una sociedad de criminales. El hecho de que el propio criminal contacte a muy pocos de sus colegas fuera de los muros de la prisión, nunca parece tener nada que ver con la situación.

No es un pensamiento nuevo que el criminal se reúne con muchos de su género cuando está en prisión y que aprende de ellos muchas cosas que antes solo sospechaba vagamente. Sin embargo, cuando ese hecho se ordena junto con otros, la luz de repente comienza a brillar.

Muchos hombres, en muchas oficinas bajo muchos jefes, durante muchos años, han estado ocupados compilando estadísticas acerca del crimen. Es dudoso si los resultados tabulados se obtengan con la intención de lograr mayor orden en el mundo. Los números y porcentajes más bien tienen la intención de mostrar al público que hay gente que está, de hecho, tabulando esas cosas y que, por lo tanto, se están consiguiendo y atesorando mucha reflexión, energía y resultados, a cambio de ciertos salarios que han de ser pagados por el erario. Parece bastante obvio que algo puede hacerse con esas cifras, ¿por qué no se hace algo?

Nos enteramos ‘grosso modo’ que el criminal de hoy se encuentra en una gran mayoría entre los dieciocho y veinticinco años. Jóvenes a los que se les ha timado diciéndoles que obtendrían trabajos bien remunerados, al menos, para cubrir sus necesidades básicas. Estos jóvenes no saben nada de la ley, sienten que su entorno les ha fallado y salen a la calle, cometen su primer crimen, la policía los atrapa y pasa a ser el novato de la universidad del crimen.

Supongamos que nunca antes había visto a un verdadero criminal, pasando a estar rodeado de hombres que hablan con orgullo acerca de sus asaltos, de sus estafas y de la venta de droga entre otros, empiezan sus primeros trabajos con los amigos de sus amigos, asumiendo puestos y misiones cada vez más peligrosas en el mundo criminal. De forma natural él sigue la única profesión para la cual recibió preparación intensiva alguna vez. No importa cuántas veces sea arrestado, su sentido de la importancia le prohíbe pensar que pueda volver a ocurrir. El que sea arrestado una y otra vez es inevitable, tan inevitable como el hecho de que un tribunal de libertad lo volverá a soltar.

Regresa a prisión como un graduado que regresa a su alma máter, y hay más verdad que sarcasmo en esto. Es muy asombroso escuchar a estos hombres cuando se sientan a intercambiar experiencias.

Basta decir que la disciplina en lugar de la educación criminal mediante la prisión ha cambiado el destino de muchos más hombres de lo que se atreven a admitirlo. Y que la carencia de programas efectivos, como algunos que se han implementado en el pasado, especialmente en la población femenina, serían los ideales para hacer algo al respecto y entregar resultados a la ciudadanía, quienes vivimos preocupados por el aumento de la criminalidad.

Con todo lo que se habla de ‘justicia con mano de hierro’ y ‘hay que usar mano dura con el crimen’, la mayoría de quienes trabajan dentro del Sistema Penitenciario ha cabalmente denunciado esta falacia. Como escribió Richard Stratton, ‘si continuamos con esa actitud negativa ante los criminales (las minorías pobres, los enfermos mentales, los que no tienen nada que perder), la violencia no hará más que empeorar hasta acabar en una guerra sin cuartel ente los acaudalados y los desposeídos’.

En otras palabras, el efecto del castigo en el criminal es el de confirmar ese comportamiento y ocasiona que el individuo insista en esa conducta. Los centros penales son los lugares más importantes en donde se moldea la criminalidad, donde el sello de su ‘universidad’ queda tan profundamente grabado en él, como si se tratara de un graduado de la Universidad de Oxford. Al graduarse y sin importar cuál sea su especialidad, estará casi con seguridad, preparado para ‘demostrar que es digno de la única fraternidad que jamás se interesó en él’. Es así como encontramos dentro de nuestro sistema penal que un joven entra por un delito menor y su reincidencia, gracias a la educación y preparación que obtendrá dentro del sistema penal, al pasar los años, vemos que cada vez sus crímenes son mayores.

El Sistema Penitenciario se creó no para dar comida y cobijo, su nombre indica claramente que son centros de rehabilitación, no solo centros de detención donde se les debe dar una vivienda digna y comida saludable, lo que hoy no se da en ninguno de ambos casos en nuestro país.

Existe una gran confusión entre rehabilitar y resocializar. Pues se parte de una hipótesis errónea, donde todo aquel que comete un acto delictivo es por falta de oportunidades para poder cubrir sus necesidades básicas de subsistencia. Cuando nos referimos a re-socializar, estamos hablando de darle enseñanza para aquel que no tuvo oportunidades de educación, como es el caso por ejemplo de cursos de sastrería, carpintería, niveles educativos básicos, etc.

Rehabilitación es otro tema totalmente diferente, estamos hablando de cambiar una conducta errónea en el individuo que lo ha llevado delinquir por falta de amor propio y de responsabilidad para con él mismo, su familia y su comunidad. Este es el propósito de la creación del Sistema Penitenciario, lo que no excluye que luego de procesos de rehabilitación efectivos se les puedan dar procesos de resocialización para aquella población que lo requiera y/o pueda estar interesada en obtener otras habilidades.

Hoy, cuando leemos nuestros periódicos y vemos que los criminales de cuello blanco, educados en universidades prestigiosas, con títulos universitarios y de buena familia, son los que se llevan nuestros recursos económicos, tira por el suelo que el criminal sea solo el desposeído y que lo que aplique sea la resocialización. Lo que sí queda en evidencia es la falta de programas serios y demostrablemente efectivos en el área de rehabilitación.

Nuestro país ya ha tenido programas exitosos en esa dirección, que no se continuaron por falta de voluntad política, que han sido medibles con la rigurosidad científica y análisis de resultados que deberían continuar por el beneficio que le da al país en general y, sobre todo, porque con ello evitamos la reincidencia, un costo demasiado alto para el país.

No es solo construyendo cárceles más grandes y dándoles mejor alojamiento como frenaremos la delincuencia, es importante, pero no es el propósito primordial de los centros penales. El costo por privado de libertad ronda los 50 Balboas diarios como mínimo actualmente. Si tomáramos en cuenta los nuevos centros penales en construcción y la deuda que ello acarrea al país, el costo subirá a más del doble por cada uno de los detenidos sin cumplir con ello, nuestra necesidad de prevenir el crimen y de bajar el nivel de reincidencia, evitando así que se continúe con un sistema que lo único que produce es mayor y más especializada criminalidad.

Rehabilitando al y a la privada de libertad tendremos además un ámbito de prevención del crimen en sus familias y seres queridos, usando los programas que ya han sido demostrados como efectivos en nuestro país y no solo basándonos en criterios personalistas que pretenden demostrar eficiencia en un sistema penitenciario que cada vez está más cuestionado por su falta de respuestas en la disminución del crimen.

Necesidad

Escribe Cristina Torres Ubillús:

En nuestro país existe el sistema penitenciario de atención integral de adultos y el sistema penitenciario de atención integral a los adolescentes en conflicto con la Ley que se regula bajo sistema y regulación especial (Instituto de Estudios Interdisciplinarios); cabe mencionar que ambos se encuentran bajo el Ministerio de Gobierno. Producto del determinante deterioro del Sistema Penitenciario y descontrol por la carencia de política criminológica, personal idóneo, haciendo referencia a la inexistencia de experiencia y preparación y, ante todo, de compromiso real de la responsabilidad que implica atender este tema tan álgido para todos los Gobiernos, es lo que más ha incrementado el deterioro observado, creciente y destructivo, convirtiéndose en un sistema totalmente inoperante.

El Sistema Penitenciario es responsabilidad de país, no solo de los gobernantes y ministros del ramo que, lamentablemente, al llegar el momento de cambio de poder, producto de nuestro sistema político e idiosincrasia de pueblo, los Gobiernos cambian cada cinco años, se ha convertido ya para nuestro país, la mejor lotería, siendo criolla descriptivamente, que se designen en cargos tan delicados a ciudadanos responsables y preparados que comprendan que el administrar los fondos del Estado producto del ‘mandato del pueblo’, CONTRATO SOCIAL de Jean-Jacques Rousseau, es un derecho que ha decidido el pueblo que así sea.

Esto no lo han heredado ni tenían derecho, son designaciones, reitero, para administrar nuestros recursos, en beneficio del pueblo no en beneficio de ellos y mucho menos peldaños para figuraciones destructivas, en donde lo que menos les interesa es desarrollar su principal compromiso: EFICIENCIA, CALIDAD Y RESULTADOS bajo los cargos que administran.

Quedando que fueron designados bajo falsas identificaciones de promesas de soluciones; sorpresa, al llegar a los cargos es donde se percatan de que no era como decían y que en realidad era más delicado de lo vociferado y que van a iniciar a estudiar, a aprender para entonces ver qué se puede hacer y ya pasaron los 5 años señores.

¿No les ha parecido muy común la identificación que acabo de hacer? Estimados lectores, qué tristeza observar de qué forma tan progresiva y acelerada se deteriora nuestra sociedad en donde las políticas públicas son determinantes en el norte de los pueblos y la educación debe ser siempre el principal pilar de toda sociedad.

Con qué admiración atendemos información de sociedades en donde los centros penitenciarios, tanto de adultos como de adolescentes, han ido disminuyendo. Podremos los panameños algún día lograr avances, cuando el tema de sistemas penitenciarios, de adultos o adolescentes, esté realmente atendido como política de Estado y tema de seguridad y no bajo la concepción de que no se puede hacer nada, solo rogar a Dios no caer en estos lugares y mucho menos nuestros familiares.

Porque debemos estar claros que es comparable el INFIERNO DE DANTE y quizá peor, porque estos individuos saldrán a la sociedad, si lo logran, a seguir en sus etapas de subsistencia, a veces, hasta bajo compromisos preadquiridos en estos lugares, producto de favores delictivos, pasando a incrementar las cifras de SIEC (Sistema de Integración de Estadísticas Criminales).

Hay que seguir trabajando para que en algún momento nuestros gobernantes comprendan que no solo se debe tener buena voluntad y que cualquier profesional posee la capacidad para la atención integral de estos sistemas que deben ser atendidos de forma multidisciplinaria bajo compromiso, conocimientos, experiencia y, ante todo, entender que no son cargos de figuración y para solo devengar salarios. Sigamos trabajando por nuestro país.

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