Políticas Migratorias

Políticas Migratorias en Panamá en Panamá

[aioseo_breadcrumbs] Ante la realidad mundial actual, las inmigraciones a nuestro país, cada día se hacen más atractivas, no solo para Centro y Sur Americanos, sino para ciudadanos de otros continentes. Cálculos confiables muestran que la Unión Europea, solamente, tiene más de 25 millones de desocupados, ¿qué decir del resto de ese Continente, África y Asia? Lo anterior está enviando bombas migratorias a América, especialmente a los países que carecen de legislaciones y recursos para controlar este fenómeno. Ya EEUU no es interesante. Esto se convierte en factor de riesgo social, toda vez que no se sabe a qué actividades se dedicarán y los costos de educación y salud que nos causarán. Cada inmigrante ‘regularizado’ o amparado por jubilaciones de solo $500 al mes, queda amparado por nuestra legislación deficiente que les permitirá traer a familiares, lo que agudiza la situación. Además, los ilegales continúan por nuestras costas y en yates privados difíciles de controlar. Son frecuentes las capturas de extranjeros delincuentes. Es urgentemente necesario rectificar en esta materia pues los perjuicios ya son notorios.

Políticas Migratorias Integrales en Panamá

[aioseo_breadcrumbs] Escribe Daniel Delgado-Diamante:

“Las políticas migratorias son las regulaciones que implementan los Gobiernos frente a las migraciones, o sea al desplazamiento de personas que quieren entrar de un Estado a otro, para quedarse a trabajar y a vivir. Mediante ellas, se establecen si existirán o no límites y controles para el ingreso y permanencia de los inmigrantes.

El reciente ingreso de migraciones masivas, procedentes principalmente de Cuba y del continente africano, de manera eufemística llamados ‘extracontinentales ‘ ha abierto de nuevo la discusión sobre las políticas migratorias y si estamos, como país, tomando las acciones pertinentes y adecuadas para enfrentar esta problemática.

Parto por decir que el Gobierno nacional tiene la responsabilidad de controlar su territorio y asegurarse de que los extranjeros que ingresan, pasan y salen del país lo hagan de una manera que no afecte su integridad, su economía y la seguridad de los que aquí habitan. Para nada es una tarea fácil. Por el mundo pululan miles de extranjeros en búsqueda de lugares en donde asentarse y hacer una nueva vida como emigrantes, pero también los hay quienes procuran aprovechar las circunstancias para la comisión de delitos.

La principal falla de Panamá en el ámbito migratorio es que no tenemos una política clara, definida y consensuada sobre cómo resolver los problemas de los que terminan siendo, sin su intención, refugiados en nuestro país y que tendrían que quedarse bajo el amparo humanitario panameño sin legalizarse. Se constituyen, al final, en una pesada carga para el Estado.

El ingreso masivo de cubanos y los procedentes de países del continente africano, en su gran mayoría, no tienen el interés de permanecer en nuestro territorio. Su objetivo es llegar a EE.UU. y asentarse en ese país, que tiene políticas disímiles que promueven migraciones masivas a través de la Ley de Ajuste Cubano y normas que estimulan la emigración de Cuba hacia EE.UU., incluida la política Pies secos-Pies mojados, que ponen en entredicho a miles de cubanos que aspiran establecerse allá, que quedan atascados en su trayecto hacia ese destino, convirtiéndose en refugiados temporales con derecho a la protección humanitaria ordenada por los Convenios Internacionales.

En recientes semanas Costa Rica ha expulsado, de su territorio al nuestro, a decenas de inmigrantes provenientes de África y ha impedido el acceso a los cubanos que intentan seguir viaje hacia EE.UU. La expulsión, a nuestro juicio, constituye una violación a la Convención de Naciones Unidas sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951. Sin prueba o evidencia alguna, de que los migrantes africanos hubiesen transitado y entrado por suelo panameño, los detuvo y envió a Panamá sin ningún tipo de trámite migratorio y fueron dejados del lado panameño, causando también zozobra a los panameños residentes en el área de la frontera.

Las principales autoridades gubernamentales no han mostrado de manera enfática rechazo a las acciones de Costa Rica. Todo ello sucedió luego de un exitoso puente aéreo de más de mil inmigrantes cubanos hacia México, facilitándose así su viaje hacia EE.UU. Panamá no supo anticipar el efecto de atracción de nuevas migraciones irregulares que surgirían de facilitar esta solución migratoria inicial. Además, se toleró que los inmigrantes acantonados en nuestra frontera occidental asumieran posiciones de fuerza, al tiempo que no hubo medidas efectivas para evitar más ingresos desde la frontera con Colombia.

El Gobierno nacional se encuentra en una coyuntura complicada. No puede ni expulsar ni devolver a los inmigrantes, en aplicación del principio consagrado en Convenios Internacionales de Derechos Humanos de No Devolución forzosa a un país donde su seguridad o supervivencia estén amenazadas. Su responsabilidad pasa por garantizar la admisión segura de los que entran al país en estas corrientes migratorias irregulares, lo que puede llevar al otorgamiento de asilo. Su instalación temporal en el campamento de Gualaca debe ganar tiempo para encontrar una solución definitiva al problema. Ello solo ocurrirá cuando el Gobierno nacional, haciendo gala de su ingenio diplomático, convoque a una Cumbre de los países involucrados para encontrar, entre todos, la solución necesaria en estos momentos.

Hay quienes dicen que todo esto comenzó con las ferias migratorias del Programa Crisol de Razas. No comparto esa opinión. Pero lo cierto es que la población panameña rechazó de manera firme la posibilidad de continuar dicho programa y demandó un ordenamiento en la legislación migratoria. Se adelantaron varias iniciativas, pero no se ha podido llegar a ese fin. Es hora de que ello se enfrente de una manera decisiva.”

Falta de una política migratoria

Escribe Marco A. Gandásegui, Hijo:

“La realidad migratoria panameña es un problema político con ramificaciones sociales y económicas. Los inmigrantes llegan por vías aérea y terrestre. En su gran mayoría son centroamericanos, caribeños, así como de Colombia y Venezuela. No hay que ignorar el gran número de norteamericanos y españoles. Hay un motor que impulsa la migración: el factor económico. La presencia de estos inmigrantes, y la política plagada de corrupción de los gobernantes, genera preocupación entre los diferentes estratos sociales del país.

La arrogancia de los norteamericanos, el elemento colonial que acompaña a los peninsulares y la lucha cotidiana de los latinoamericanos por encontrar un espacio decente en el país, crean anticuerpos que muchos observadores denominan equivocadamente xenofobia.

En realidad, el fenómeno de la inmigración no es nuevo ni constituye peligro para Panamá. Los pocos textos que existen sobre los tres siglos de vida colonial panameña (1500-1800), nos hablan de una constante transformación demográfica del istmo. Los funcionarios y aventureros españoles y sus aliados coyunturales llegaban en oleadas a Panamá a especular con las enormes riquezas que transitaban por la ruta interoceánica. A mediados del siglo XIX, EE.UU. reemplazó al imperio español y construyó el ferrocarril transístmico, trayendo europeos, centroamericanos y caribeños a nuestras costas. A fines de ese siglo los franceses intentaron construir —sin éxito— un canal a nivel, provocando una nueva transformación demográfica. Quizá el movimiento humano más grande fue durante la construcción del canal a esclusas por EE.UU., entre 1904 y 1914. Solo la planilla de la empresa constructora contaba con 100 000 extranjeros insertos en un país con solo 250 000 habitantes. Además de los trabajadores del Canal, llegaban a las costas panameñas otras decenas de miles de forasteros a probar suerte en medio del ‘boom ‘ económico más grande de la historia del país.

Panamá no es una excepción. Las migraciones europeas a América dieron nacimiento a las metrópolis como Nueva York, Sao Paulo y Buenos Aires, entre muchas otras. A diferencia de otros lugares —quizá— Panamá no desarrolló una política de población para organizar a la masa de población que llegaba sin cesar al país. El siglo XX es un triste ejemplo de cómo fueron explotados los migrantes por especuladores locales y extranjeros. Esta realidad pareciera seguir siendo la regla en el presente siglo.

Pero, en la actualidad, hay otro tipo de inmigrante con el cual Panamá nunca tuvo que lidiar en el pasado. Se trata de la ‘trata humana ‘ que realiza EE.UU. con migrantes cubanos, haitianos y africanos (incluso algunos asiáticos) que son movilizados desde sus países al país del norte convencidos de que encontrarán ‘el sueño americano ‘. Los caminantes de varios continentes son esquilmados por funcionarios y ‘coyotes ‘. En el caso de Panamá, las fronteras de Colombia y Costa Rica, supuestamente selladas por fuerzas policiales militarizadas locales —financiadas, entrenadas y armadas por Washington— se disuelven como mantequilla ante la ofensiva de quienes llegan con dinero o tarjetas de crédito en su camino a EE.UU.

Las autoridades panameñas se declaran simpatizantes con los ‘transeúntes ‘ y le pasan el problema a la Iglesia Católica que los atiende. En el fondo, todos —gobernantes, militares, periodistas y empresarios— saben de qué se trata. En vez de pedirle al Gobierno de Washington que disponga de medios de transporte aéreo o marítimo para los que buscan llegar a Texas, se hacen los ignorantes y pecan de hipócritas.

Hay que exigir a los Gobiernos de los países de la franja centroamericana, México, Brasil, Ecuador y Colombia la convocatoria de una reunión urgente de la OEA para tratar el asunto y encontrar la solución en forma expedita.

El primer punto en la agenda es definir quién es el responsable de la llamada ‘tragedia humana ‘ que afecta a miles de caminantes. ¿Por qué Washington obliga a los países vecinos de la cuenca del Caribe a jugar con las vidas de miles de familias que quieren llegar a EE.UU.? La OEA puede discutir este problema con la seriedad que la situación demanda. Los cubanos, por ejemplo, que viajan por vía área a Ecuador con visas obtenidas legalmente en el consulado de La Habana, siguen su camino a pie hacia EE.UU. Toman varios meses para completar el viaje, si tienen suerte. Si viajaran de La Habana a Miami en un vuelo regular tomarían solo media hora para llegar a su destino.”

Leave a Comment